Author:
Arsenio González Huebra.
Title:
VIAJE DE LA TUNA A PORTUGAL VI.
Publication:
Museo Internacional del Estudiante, 2009.
Original edition:
El Adelanto.
Date:
Lunes, 10 de marzo de 1890, p. 2.
El comedor.- Visitas.-
Invitaciones.- El café Lisbonense.- El teatro Real de San Juan.- La
Lucía y la Pacini.
El comedor del Hotel Continental es bastante
espacioso. Tiene tres mesas paralelas de grandes dimensiones que se
extienden a lo ancho de la habitación, ofreciendo cómodo asiento a
sesenta y cinco o sesenta comensales. Su adorno es sencillísimo y nada
de particular ofrece.
Sin obedecer a un orden premeditado, y según
íbamos entrando, fuimos tomando asiento al derredor de las mesas
acompañados por una multitud de estudiantes portuenses que ocupaban
literalmente todos los ámbitos del comedor, haciendo casi imposible el
servicio de la mesa.
Como dice el refrán que entre col y col lechuga,
así en aquel comedor se saboreaba entre plato y plato un discurso, que
alternativamente pronunciaban escolares españoles y portugueses,
causando en mí verdadero deleite, pues todos ellos estaban inspirados en
los mutuos afectos que despertaba nuestra visita a Portugal, y
encerrados en los límites de la más acrisolada prudencia.
Los de los portugueses eran algo más exaltados y
enérgicos, como hijos del justo despecho que manifestaban por
Inglaterra, pero al mismo tiempo razonados y basados en principios de
justicia que es preciso reconocer al pueblo lusitano en el actual
conflicto internacional.
Durante la comida, recibí varias visitas de
empresarios, representantes de teatros, actores y periodistas que me
ofrecieron sus servicios, amistad e influencia, que yo agradecí en
extremo, siendo invitado con la Tuna a las funciones de aquella
noche en los teatros Real de Sau Joao e Infante Alfonso.
Después de comer me pareció conveniente levantar
aquella sesión borrascosa, como lo hice con solo ponerme de pié; actitud
que ha sido bastante durante toda la excursión, para que los tunos
guardasen el más completo silencio. Entonces dirigí mi voz a todos mis
compañeros, diciéndoles que tenían entrada libre en los dos teatros
antes mencionados y libertad de hacer lo que tuvieran por conveniente
aquella noche.
Poco a poco fueron saliendo del comedor grupos de
estudiantes portugueses y españoles, que en distintas direcciones se
esparcieron por la ciudad, en tanto que yo, acompañado del director de
orquesta Jesús San de Eustaquio, Mariano Núñez, el secretario José López
Paz y Santiago Álvarez, corresponsal especial de EL ADELANTO, me dirigí
al café Lisbonense (primero que encontramos a nuestro paso) con objeto
de tomar café todos y telegrafiar a EL ADELANTO.
Lo mismo este café que cuantos vimos en la gran
ciudad de Oporto, son raquíticos en dimensiones y casi puedo decir que
en decoro. El Lisbonense es bastante concurrido y tiene un armonio y un
piano en los que dos artistas ejecutan un repertorio variado tanto
italiano como español.
Apenas entramos en el establecimiento fuimos
objeto de la absoluta atención de aquel público. En cuanto el pianista
nos vio, se dirigió al piano, tocando acto seguido el tango del
Certamen Nacional cuya audición hizo hervir nuestra sangre española.
Aplaudimos con el mismo delirio que hubiéramos aplaudido a Lagartijo en
un volapié de butem.
Luego que terminó la ovación llamamos al pianista
para darle las gracias (muito obrigado) y San Eustaquio previa la
venia de aquel se terció el manteo y se sentó al piano viéndose acto
seguido rodeado de numeroso público. Nuestro simpático director arrebató
al auditorio del Lisbonense, oyendo aplausos atronadores en tanto que
Paz y yo satisfacíamos la curiosidad de algunos caballeros, que nos
hacían preguntas muy justificadas, y mientras Álvarez y Núñez,
redactaban telegramas y carta para este diario.
Cuando salimos del Lisbonense eran las diez y nos
dirigimos al teatro de San Juan donde se cantaba la Lucía por la
tiple portuguesa señorita Pacini.
Llegamos pocos momentos antes de cantarse el
famoso rondó cuya buena ejecución es bastante para acreditar a
una artista. Las cadeiras (sillas) del patio, estaban todas
ocupadas, y entre aquel numeroso público se notaba la presencia de
treinta o cuarenta tunos que habían sido colocados por los
acomodadores previa orden del empresario.
Nosotros no esperamos a que nos buscasen asiento
y nos asomamos a una de las puertas laterales del patio, próxima a la
orquesta, desde cuyo punto escuchamos con verdadera emoción la preciosa
y célebre aria de la locura. Nada puede pedir el más exigente
diletantti a la ya conocida diva en esta hermosa composición de
Donizetti. En cuanto a la afinación llegó a lo perfecto; la voz
dulcísima al par que timbrada confundía sus ecos en algunas notas con el
sonido de la flauta, terminando con tal unidad y perfección, que su
última nota fue coronada de una ovación suprema, indescriptible y
delirante, como hemos presenciado pocas en las muchas audiciones a que
hemos asistido.
El público improvisó a la diva una gruesa
alfombra de camelias que se arrojaron al palco (escenario) desde
las sillas y camarotes (palcos). Un caballero desde una platea proscenio
entregó a la señorita Pacini, una hermosa y artística cesta de flores.
Más de quince salidas a escena tuvo que hacer la
simpática artista entre aplausos y bravos atronadores, repitiendo
espontáneamente el rondó, que cantó con más gusto y más inspiración si
cabe que la primera vez. La ovación continuó largo rato, ocurriendo un
incidente gracioso que el público aplaudió con entusiasmo. El secretario
de la Tuna desde el dintel de la puerta donde estábamos arrojó a
escena su tricornio que la cantante agradeció en extremo, y devolvió con
amabilidad exquisita.
No quisimos oír el resto de la ópera porque los
demás artistas no armonizaban con la Pacini y fuimos a dar una
vuelta por la plaza de la Batalla, en tanto se terminaba el espectáculo
y quitaban las cadeiras preparando el patio para el baile de
máscaras de la víspera de carnaval.
A las doce volvimos a San Juan en ocasión que
estaban despejando el salón o patio de las sillas.
Poco después empezaba el baile de máscaras, que
no carece de originalidad.
EL TUNO PRIMERO.
(Continuará.)
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NOTA: Artículo
procedente de investigación original inscrita con el número SA-120-02 en
el Registro de la Propiedad Intelectual. La presente edición ha sido
normalizada y corregida para evitar el uso no autorizado de la misma.
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