Autor:
Arsenio González Huebra.
Título:
VIAJE DE LA TUNA A PORTUGAL IV.
Publicación:
Museo Internacional del Estudiante, 2009.
Ver. original:
El Adelanto.
Fecha:
Jueves,
6 de marzo de 1890, p. 2.
Fregeneda.- Barca d' Alba.- Por el vino.- Proximidad a Oporto.
Pasamos por las estaciones de Tejares, Doñinos, Quejigal y
Villar de los Alamos sin incidente alguno digno de mención. En todas las
paradas me asomaba a la ventanilla de mi departamento y escuchaba con
inefable placer los ecos de la guitarra que acompañaba las peteneras o
la jota, cantadas por algunos tunos, con esa gracia peculiar de
los españoles, que todos los países tratan de imitar, sin resultado
satisfactorio. Las canciones españolas, dígase lo que se quiera, no
pueden pasar la frontera, como no sea en la naturaleza de nuestros
indígenas.
Al llegar a la estación de Bóveda, me bajé del tren y me
asomé a una ventanilla del coche de segunda clase donde iba la Tuna.
¡Qué cuadro tan digno de estudio se presentó a mis ojos! Unos dormían
como seres benditos, en posturas incómodas y por demás extraordinarias;
otros tocaban la guitarra y se cantaban por todo lo alto; algunos
de pié, y acercándose todo cuanto les era posible al pobre foco de luz
que corona el vagón, se cosía los pantalones y arreglaba las cintas de
los zapatos y la gran mayoría envueltos en una somnolencia pesada como
el plomo, entregaban confusamente su imaginación a las perspectivas del
viaje.
-
Pronto llegamos a Fuentes de San Esteban - les dije - allí tomareis
café.
A mi
voz se animaron aquellos cuerpos, antes pesados y cariacontecidos,
volviendo el coche a recobrar su animación primitiva. La señal de
partida no me dejó hacer otra clase de observaciones, y volví a mi
departamento, no sin haber echado bien las aldabillas a las portezuelas,
para evitar tristes contingencias en un viaje que prometía ser feliz y
del mejor éxito.
Llegamos a Fuentes de San Esteban y asaltamos la fonda. Caldo, vino y
café, formaron la trinidad de nuestro consumo en aquel establecimiento.
La gente iba contenta y buena, lo cual era para mí causa de la mayor
satisfacción a que podía aspirar en el aventurero viaje de la Tuna.
Siguió
el tren por el ramal ferroviario de Barca d' Alba, sin que ocurriese
incidente alguno.
Los
rayos del sol iban animando a los tunos y el sueño desapareció
del coche tunesco, al mismo tiempo que desaparecieron las últimas
sombras crepusculares. A medida que avanzábamos por el camino de
Portugal, y que avanzaba el día, las estaciones aparecían con más
concurrencia de hombres, mujeres y chiquillos que nos victoreaban, y
saboreando estas satisfacciones precursoras de las que íbamos a
disfrutar en Portugal, llegamos a las ocho menos cuarto a Fregeneda,
cuya estación asaltamos en demanda de lumbre, cigarros, sopa y alguno
que otro aliciente para el camino.
Después
de sentarnos a tomar nuestros respectivos refrigerios, advertí a los
tunos que a la salida de la estación empezaríamos a encontrarnos los
túneles, puentes y viaductos que han dado celebridad a este ferrocarril;
les advertí que no era conveniente sacar la cabeza más allá de la línea
que determina el estribo del carruaje y al mismo tiempo les indiqué la
ventaja de posesionarse de las ventanillas de la izquierda, porque eran
las que ofrecían mejores perspectivas tanto para el paisaje, cuanto para
las magníficas obras construidas entre Fregeneda y Barca d' Alba.
Después
de cuarenta minutos de parada y fonda, volvimos a emprender la
marcha, teniendo ocasión de admirar las obras de ingeniería que
repetidas veces he descrito en las columnas de EL ADELANTO. Al pasar el
túnel número 20, corrí la voz de que llegábamos a Portugal, y bien
advertidos mis queridos compañeros, pasaron el puente internacional,
dando vivas a Portugal, España, fraternidad escolar y Universidades de
Coimbra y Salamanca, con cuyos patrióticos y afectuosos gritos
entusiastas entramos en la estación de Barca d' Alba, donde nos
detuvimos una hora.
El jefe
y empleados de dicha estación, nos pidieron con marcadas pruebas de
interés que tocásemos algún número musical de nuestro repertorio;
petición a la que accedimos con gusto, por ser Barca d' Alba la primera
población portuguesa que visitaba la Tuna.
No
obstante el cansancio y estado antiarmónico de los instrumentos
musicales, se templó y se ejecutaron dos piezas que fueron aplaudidas
con entusiasmo por todos los portugueses y españoles que ocupaban la
estación.
A las
diez y cuarto emprendimos de nuevo la marcha, internándonos en el vecino
reino a gran velocidad. En todas las estaciones éramos vitoreados por
empleados y gentes que se veían sorprendidos con nuestro improvisto
viaje, llamando la atención de todos, no solo con los trajes clásicos
académicos, sino que también por la alegría, la animación y la gracia
con que manifestaban los tunos la satisfacción que les embargaba.
A las
doce de la tarde, salieron a relucir las navajas, (no se asusten
ustedes) que precedían las exhibiciones de las meriendas. Unos
salchichón y lomo embutido; otros tortilla española de patatas con
chorizo y jamón; otros longaniza cruda, y todos, en fin, fueron sacando
sus provisiones acompañadas de algunas botellas de vino, que por cierto
resultaron insuficientes para la sed y voracidad de los jóvenes
expedicionarios.
Desde
Fregeneda a Oporto no se encuentran fondas, restauranes, ni
cantinas, así es que mis tunos iban desesperados de no encontrar
siquiera un poco de vino para remojar el gaznate. En todas las
estaciones se bajaban inútilmente en demanda de vino. Me acuerdo que
desde una estación de poca importancia, se divisaba en un cerro un
casucho de mediano aspecto: seis tunos con tres botellas vacías
subieron corriendo aquella pendiente creyendo que había vino: el jefe
daba la señal y mis tunos no regresaban: - ¡vaya, dije - aquí se
cercenó la Tuna! - me arrojé del tren y supliqué al jefe un momento de
espera refiriéndole al par mi apuro. Tan amable fue dicho empleado, que
con una campana grande salió al campo para hacerse oír, y tocó a
previsión. Dignos de verse eran aquellos seis tunos bajando a
carrera tendida por aquella cuesta con las botellas vacías; aún me
parece ver a Ugarte, que con zancadas gigantescas adelantaba a
sus so-tunos; por fin todos llegaron, y seguimos nuestra marcha
hacia Oporto, donde tuvimos la recepción más entusiasta que podíamos
imaginar; recepción que se preludió en la estación de Riotinto y que
será objeto de mi próximo artículo.
EL TUNO
PRIMERO
(Continuará)
____
NOTA: Artículo
procedente de investigación original inscrita con el número SA-120-02 en
el Registro de la Propiedad Intelectual. La presente edición ha sido
normalizada y corregida para evitar el uso no autorizado de la misma.
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