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PIEZA DE LA SEMANA - Nº 42 – La deuda contraída por un estudiante en 1565
Muchas eran las tentaciones que diariamente acechaban a los escolares de
otros tiempos. Tabernas, casas de mancebía, locales de juego, pastelerías
y diversos negocios de dudosa moral se establecían alrededor de los
centros del saber. La llegada de San Lucas, fecha que marcaba el inicio
del curso, hacía que las ciudades universitarias se llenaran de
estudiantes y, junto a ellos, prostitutas, tahúres, usureros, oportunistas
y amigos de lo ajeno trataban de hacer su agosto.
En este ambiente, el dinero y las viandas que las familias entregaban a
los jóvenes se convertían en objeto de deseo para muchos. Aquellos que no
tenían la precaución de administrarlos convenientemente corrían el riesgo
de pasar serias dificultades porque, en tiempos en que las bestias y los
carros eran los principales medios de transporte, podían transcurrir
semanas e incluso meses antes de recibir noticias con el arriero.
La falta de medios, los vicios y los gastos desordenados llevaron a vivir
en la pobreza a muchos estudiantes y a sustentarse con la sopa que se
repartía en las porterías de colegios y conventos. Pero la situación podía
tonarse aún más grave si, además de malgastar los recursos ordinarios, se
empeñaban algunas pertenencias o se pedía dinero prestado.
Este último debió ser el caso de este estudiante sevillano de la
Universidad de Salamanca que, en 1565, mantenía una deuda de treinta y
tres ducados con un joyero de la capital charra. En el manuscrito el
escolar se compromete, en presencia de varios testigos, a hacer frente a
la misma en la fecha y plazo indicados. Este tipo de notas solían ser
destruidas una vez realizado el pago así que, el hecho de que este
manuscrito forme parte de la colección del museo, parece indicar que
nuestro protagonista puso pies en polvorosa sin haber cumplido su palabra.
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